miércoles, 27 de mayo de 2009

El Retablo cerámico devocional, ¿obra de arte o producto artesanal?

La cuestión que nos planteamos muchos y que he plasmado en el título de este artículo nos conduce irremediablemente a otra pregunta, quizás más difícil de responder, y sin cuya respuesta no podríamos entender la primera ¿son los autores de los Retablos religiosos artistas o artesanos? 

Según el Diccionario de la RAE artista es, en una de sus acepciones, la “persona que ejercita alguna arte bella (se refiere a alguna de las llamadas “bellas artes”)”. Otro de sus significados es la “persona dotada de la virtud y disposición necesarias para alguna de las bellas artes”. Si vemos ahora la definición de artesano, el Diccionario nos dice que es la “persona que ejercita un arte u oficio meramente mecánico. Modernamente se distingue con este nombre al que hace por su cuenta objetos de uso doméstico imprimiéndoles un sello personal, a diferencia del obrero fabril”. 

Por otra parte, como otro factor diferenciador, podríamos decir que el artista ejecuta obras y el artesano fabrica productos o, dicho de otro modo, el artista realiza una creación de cierta entidad o importancia estética y sensual (si nos circunscribimos a las artes plásticas) basada en el entendimiento que tiene de sí mismo y de su alrededor, mientras que el artesano produce objetos que tienen una utilidad, más allá del mero placer estético; el artista se define por lo que es capaz de transmitir, mientras que el artesano se define por su conocimiento técnico; el artista nace y el artesano se hace. No se puede aprender a ser artista, pero se puede aprender a ser artesano.
Como vemos, actualmente existe una diferencia más o menos notable entre artista y artesano, sobre todo si atendemos a la diversa valoración económica que les concede el mercado. Sin embargo, no siempre ha existido tal distinción. En la Antigüedad e incluso en el Medievo no existía el término artesano, sino que hasta el siglo XV todo aquel que ejercía un oficio que requería de un determinado arte o saber hacer era denominado artista. Es a finales del siglo XV cuando aparece por primera vez la diferenciación entre el artista (persona que realiza obras únicas) y los artesanos (persona que produce obras múltiples). En esta época también surge la clasificación de determinados oficios como artes liberales, de manera que el artista (el que ejercía alguna de estas artes liberales) podía equipararse de alguna manera a la nobleza y gozar de sus privilegios, entre ellos la exención de impuestos. 

Como podemos ver, la separación de la que venimos hablando en realidad atiende a intereses económicos y políticos, cosa que, si nos paramos a pensar un momento, también ocurre hoy día, pues el círculo de los que oficialmente son considerados artistas es tan cerrado que sólo pueden entrar en él los que tienen determinados contactos, determinado poder (político o adquisitivo), quedando fuera del mismo verdaderos genios y consiguiendo quedar dentro autores mediocres. No digo, ni mucho menos, que todos los artistas del círculo sean mediocres (hay muchos grandes pintores, escultores, arquitectos, etc), pero los hay, en detrimento de otros que merecen un mayor reconocimiento por su calidad artística. Dejando a un lado el tema de la politización de lo artístico (ya que no es la cuestión que nos ocupa), queda bastante claro que en el momento en que empezó a distinguirse entre artista y artesano existían una serie de intereses, que nada tenían que ver con el arte. 

En cuanto a los retablos cerámicos (que es el tema que estamos tratando), si bien es cierto que el soporte en el que están realizados ha sido generalmente asociado a la artesanía, la representación o el cuadro que está pintado en dicho soporte puede ser una obra de arte, dependiendo de la forma en la que haya sido realizado y de la persona que lo haya ejecutado. ¿Por qué cualquier cuadro pintado al óleo sobre lienzo es arte, por muy mediocre que sea, y un cuadro pintado sobre piezas cerámicas no lo es (según su valor en el mercado), por muy bueno que sea? 

Según la clasificación actual de las Bellas Artes, la pintura está entre las seis primeras, que son las más antiguas. Nada se dice en esa clasificación acerca del soporte sobre el que esté realizada dicha pintura. Lo importante es que sea creación de un artista, que transmita sensaciones, que tenga una vocación estética, que sea una obra única, etc. 

Como he dicho antes, algunos retablos cerámicos pueden ser obras de arte. Para poder valorar si el retablo que estamos admirando en un momento determinado es o no una obra de arte debemos tener en cuenta varias cosas. 

En primer lugar, debemos observar si es una obra única, ya que existen una serie de técnicas como la serigrafía y otros procedimientos que le restan valor artístico, puesto que permiten realizar varios productos iguales, incluso cientos de ellos, de manera mecánica. Esto no significa que un artista no pueda servirse de estas técnicas sin que sus obras dejen de ser arte, de hecho, grandes artistas contemporáneos como Andy Warhol o Picasso, entre muchos otros, han utilizado la serigrafía como complemento o técnica para sus cuadros, pero no para producir en serie. 

La serigrafía no deja de ser un procedimiento artesanal, aunque algunos artesanos antiguos no la consideran como tal porque no se realiza a mano con pincel. Sin embargo, es un proceso manual, que requiere de una determinada pericia. Un producto fabricado mediante serigrafía tiene un valor artesanal, quizás algo menor que el de un producto realizado a mano (ya que el número de horas de trabajo para realizar una única pieza a mano es mayor, en comparación con las horas necesarias para realizar varias piezas de serigrafía), pero no tiene valor artístico ya que dicho objeto está producido en serie y no es único. 

En segundo lugar, debemos atender a la calidad pictórica de la pieza, pues no todos los que han pintado un retablo cerámico pueden ser considerados artistas. En este sentido tenemos que fijarnos en el parecido con la Imagen original, la elección de los colores más adecuados para que sea estéticamente agradable y cromáticamente equilibrada, que exista un estudio y valoración de luces y sombras, corrección en la anatomía (siempre que la talla original lo permita), equilibrio en la composición, los contrastes y el fondo, etc. 

En tercer lugar, las cualidades vitales de la obra, las ideas o sentimientos que transmite una obra de arte. La obra tiene mayor valor artístico cuantas más sensaciones sea capaz de sugerir.
En cuarto lugar, el virtuosismo del autor, es decir, un dominio total de la técnica y la imaginación suficiente para utilizarla, de forma que pueda darle una naturalidad a algo que es por definición artificial, hacer que lo difícil parezca fácil. 

En quinto lugar, la innovación, la aportación personal del artista, su visión subjetiva de la realidad y su interpretación de la misma. Normalmente el artista tiene una personalidad propia que imprime en todas sus obras y que permanece aunque experimente una evolución en las mismas. 

Para empezar, estas podrían ser las claves para distinguir un retablo cerámico artístico de otro artesanal. Evidentemente, entre una obra maestra artística y una pieza artesanal existe un abanico muy amplio de obras de arte, con mayor o menor valor artístico (pero arte al fin y al cabo), dependiendo del grado en el que aparezcan en ellas los distintos puntos o cualidades que hemos enumerado. 

Para terminar, no quiero dejar de hacer hincapié en que está claro que para poder reconocer una obra de arte es imprescindible que seamos capaces de “verla”. Con ello quiero decir que debemos contemplar la obra, identificar todos sus elementos y descubrir sus cualidades y, por supuesto, tener la sensibilidad necesaria para recibir e interiorizar los sentimientos que emanan de ella. El arte es una forma de comunicación y no puede fallar ninguno de los elementos que intervienen en ella: el emisor (el artista), el mensaje (las sensaciones o sentimientos que pretende hacer llegar al contemplador), el canal o medio (la obra o creación artística) y por último el receptor (quien contempla la obra). Si el receptor del mensaje no es capaz de recibir la información, se rompe la comunicación y la función principal de la obra. En el caso del Retablo cerámico devocional, su función principal es transmitir una fe, darle personalidad a lo divino para que los seres humanos podamos sentir su cercanía, provocar un sentimiento y, por supuesto causar deleite estético en quien lo contemple. Si el autor equivoca el mensaje, o la obra (el medio) no tiene suficiente calidad, o el receptor no quiere (o no puede) ver, el Retablo cerámico queda vacío y sin sentido. Por suerte, existen grandes artistas que se dedican a realizar este tipo de arte, obras maravillosas y personas que saben valorarlas (cada vez somos más, por suerte).

Este artículo ha sido escrito por Raquel Iglesias para la web www.retabloceramico.net

2 comentarios:

  1. Me encanta. Hace reflexionar y además abre alguna mirada que otra. Tengo un tocho de fotocopias en mi mesa para (y cada vez que alguien pregunta) ofrecer este artículo y poder reconsiderar. Gracias Raquel.

    ResponderEliminar
  2. Yo que conozco un poco de vuestras vidas, y que formáis parte de la mía. Quiero unirme a este sentir.
    Me parece maravilloso este blog para que de alguna manera se entere todo el que lo lea, de los sacrificios de un artista, que no se crean que porque sea una profesión vocacional no cuesta trabajo realizarlo o que no conlleva tiempo, se lleva toda una vida.
    Pero aunque suene egoísta: “No nos prives nunca de tu arte”. Es muy grande.
    Raquel esta faceta tuya, que desconocía, se te da muy bien y te animo a que sigas con ella, es muy bonita. Besos.

    ResponderEliminar