viernes, 4 de junio de 2010

Cuando la honestidad y la humildad no son tan buenas virtudes.

Al hilo de la publicación en un diario de bastante tirada en Sevilla de la noticia de la inauguración de un nuevo Retablo cerámico por parte de una Hermandad de penitencia bastante importante, tanto en número de hermanos como devotos de sus Titulares, me ha venido al pensamiento una frase de Henry F. Amiel que dice que la verdadera humildad consiste en estar satisfecho. La satisfacción por el trabajo bien hecho a veces no es suficiente. Un artista, por muy humilde que sea, necesita el reconocimiento de los contempladores de su obra.

Es una lástima que obras de arte tan bellas como los retablos cerámicos devocionales pasen desapercibidas para la mayoría de sus potenciales contempladores, que son muchos, por cierto, pues estas obras se encuentran expuestas en plena calle. Las propias Hermandades de cuyo patrimonio forman parte suelen darles poca importancia, no sólo a la obra en sí, sino también al artista que la creó…. Y yo me pregunto: ¿son conscientes estas personas del valor cultural y patrimonial de estos retablos cerámicos? Es descorazonador escuchar hablar en las tertulias cofrades acerca de tallistas, orfebres, bordadores, escultores-imagineros, y de cualquier otro gremio perteneciente al arte sacro (algunos de ellos, artesanos), y nunca escuchar el nombre de un pintor-ceramista, ni de un retablo cerámico devocional.

Tratando de buscar una explicación lógica para esta situación, se me ocurrió que el problema reside en que no se ha hecho un buen marketing, de hecho, ese marketing ha sido inexistente. Mientras otros artistas se hacen publicidad en cuanto tienen la más mínima ocasión, e incluso adquieren comportamientos llamativos (por decirlo de forma suave) para estar siempre en el candelero, los ceramistas, tal vez por su tradicional vinculación con la artesanía y por el escaso prestigio o valor artístico que se les ha concedido, son artistas humildes. Ellos no se venden, no se hacen publicidad, no llevan una vida social llena de actos y fiestas. ¿Es necesario para triunfar, y tener el reconocimiento que se merecen, que los ceramistas se comporten como cualquier oportunista que logra ponerse de moda mediante su aparición en compañía de determinados personajes públicos, o hacerse famosos por su comportamiento ¿bohemio (¿qué significado tendríamos que darle a este término?)?

No seamos incultos borregos y tengamos un criterio propio. El marketing depredador no debe poder manipular nuestro sentido estético, ni nuestra percepción del arte. Aun así, los artistas que trabajan la cerámica deberían establecer unas pautas y promocionarse un poco más a sí mismos…..y, por supuesto, ser conscientes de su valía y un poco menos humildes.

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